La Derecha en España se ha quedado sola. Por no tener, no tiene ni España. Decir Derecha es lo mismo que negar al PSOE de ahora y de entonces, al de la Ley de Memoria Histórica y el Estatut de Rodríguez Zapatero y al de la corrupción y la trama de los GAL de Felipe González. Y, de entre ese todo diferente a la prepotencia y asolamiento del discurso socialista, estábamos los que apostamos por Aznar en el 96 y 2000, los conservadores y democristianos de siempre y los neoconvertidos liberales de horizonte político del ayer y de su rica eclosión del hoy. Y estamos.
¿Importa cómo nos quieran etiquetar? ¿Extrema derecha para el PSOE? ¿Centro para el PP? Somos lo que queremos ser: españoles normales con una nación normal, que es lo mismo que hablar de un país con una bandera, una lengua y una Justicia iguales en toda la extensión y límites de su territorio. Eso es lo que “de verdad importa”. Lo único que nos importa como ciudadanos.
Estamos solos y flotamos a la deriva sobre balsas de aceite en un estanque que ha sido abandonado a su suerte hace cierto tiempo. Eso es España hoy. Eso será España mañana.
Si no aparece nadie que lo remedie.
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