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El puterío es un concepto más amplio que el de prostitución strictu sensu. La prostitución, el sexo mercenario, es una actividad degradada o vil, pero seguramente necesaria, como revela su persistencia en todas o casi todas las sociedades humanas y la inutilidad de los esfuerzos hechos en algunas épocas por erradicarla (aunque se haya limitado). El puterío viene a ser una serie de actitudes y conductas derivadas de la prostitución, innecesarias y contaminantes para el resto de la sociedad. Su concepción de base consiste en la semianulación del elemento afectivo y personal dentro de la sexualidad para convertir esta en un mero pasatiempo, expresión "zoológica" (según Julián Marías) y actividad mercantil. Uno de sus aspectos es el ataque al pudor y la exhibición generalizada de la intimidad ligada al sexo o la incitación a hacerlo, convertido todo ello en negocio. Precisamente uno de los negocios mayores y más definitorios de nuestra época, que abarca desde la publicidad de casi de cualquier mercancía, a la llamada televisión-basura o la política de algunos partidos (últimamente, de forma inesperada –¿o no?–, del PP).

Evidentemente, si esto funciona es porque la sexualidad humana no se limita al afecto y la relación personal, sino que tiene ese fuerte componente digamos zoológico, por seguir la expresión de Marías. Nuestra cultura tradicional supone que debe haber un equilibrio entre ambos, con prevalencia del primero, el más propiamente humano. La sociedad actual pretende exactamente lo contrario: el elemento afectivo-personal queda solo como un aditamento del juego, también explotable al modo como las casas de prostitución suelen exhibir nombres vagamente románticos: "Casa del amor" y similares.

Pío Moa, de su blog Presente y pasado

1 comentarios

Anónimo dijo... @ 19:59

Pues sí que hay puterío.

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