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El suelo está seco. La mafia del CNI y sucios sectores de la policia del país se inventaron un atentado terrorista islámico para auparle al poder, hace poco menos de cuatro años, y desde entonces este personaje de apariencia de empanado y compostura frágil y sin personalidad ha crispado a mucha gente con su mentalidad y políticas radicales, y lo peor: ha gafado todo cuanto ha pasado por su paso, a veces, hasta a individuos y a localizaciones concretas, con su sóla presencia en un receptor local, llamémosle televisor.

Es muy probable y comprensible que a ningún dirigente político le gustara aceptar un cargo bajo trágicas circunstancias como las del 11-M, pero lo cierto es que Rodríguez tomó el cargo con naturalidad, reprochando al anterior gobierno su idea de participar en la guerra de Irak, inconsciente quizá de la valiosa ayuda que el aliado y gigante mediático de su partido le había proporcionado en aquéllos penosos, infaustos e interminables días: desde el 11 hasta el 14. Cuánto mísero odio supo despertar PRISA a tanto miserable con cacerola. Nunca antes, jamás, yo había asistido a semejante carnicería política, extremista-ideológica de izquierdas, con aún frescos cadáveres saliendo de los trenes.

Y, desde entonces, España ha sufrido mucho. Desde la vuelta a la memoria parcial de la Guerra Civil y un peso internacional mínimo hasta la mano tendida de Rodríguez a ETA y el desprecio y persecución a la AVT, mientras la banda seguía y sigue asesinando, pasando por la aprobación parlamentaria de leyes progresistas y excluyentes sinsentido y por cuestionar la identidad nacional de España en desarrollo de los nacionalismos periféricos, hasta terminar con una malhadada sentencia en el juicio sobre el 11-M, que nada ha despejado sobre la verdad de los hechos. Ni siquiera sobre la autoría de la masacre.

Y ahora, en un 2008 que comienza y con una economía que empieza a mostrar sus úlceras, algunos ya sólo contamos los días para que, con un poco de suerte, Rodríguez se vaya. Que se vaya, y quizá todo vuelva a ponerse en su sitio, como una nube negra que huye atemorizada, dejando paso al verde luminoso espectacular de un prado fresco.

Rodríguez, vete y quizá todo sea bueno de nuevo.