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A ningún padre sensato se le ocurriría enviar a sus hijos delante de los tanques a tirarles piedras. Los padres palestinos lo hacen, y no sólo eso, sino que después, si algún niño resulta herido o muerto, casualidades de la vida, siempre hay algún imbécil occidental cámara en ristre que se hace cómplice de la impúdica exhibición del cuerpecito. Hay que ser hi¡os de puta para eso. Los israelíes entierran a sus hijos en la intimidad, como hacen las personas civilizadas. Los israelíes no se esconden detrás de sus mujeres y sus hijos para disparar, sino que se colocan delante, para proteger lo que más quieren.

Me encontraba días atrás en gira de conferencias por España cuando se produjo una tragedia en Gaza, que terminó con la vida de la familia Ralia (9-6-06) mientras ésta descansaba en la playa. Nadie sabía con certeza qué había producido la explosión, salvo, por supuesto, los medios españoles, muy habituados ellos a que el culpable debe ser el sanguinario judío.
Siete palestinos habían muerto. Israel lo lamentó porque se trataba de civiles inocentes (cabe marcar el contraste con las prácticas de nuestros enemigos, para quienes los infieles nunca somos inocentes y por ello celebran con danzas callejeras aun la muerte de nuestros niños). Febriles horas dedicadas en Israel a investigar la causa de la tragedia dieron frutos: la carga explosiva había sido enterrada en la arena por Hamas, con el fin de entorpecer un eventual desembarco israelí que procediera a destruir los morteros Qasam.

Los medios habían "informado" muy distinto: se trataba de un asesinato de la artillería israelí, sedienta de sangre inocente. Como es habitual cuando se trata de muertos por acciones israelíes, esta vez el diario El Mundo participaba al desamparado lector español del "clamor histérico de cientos de personas", y de cómo "alguien sacó el diminuto cadáver del niño Haizam de la ambulancia y lo mostró a la multitud".

El diario no se detuvo en cuán morboso es exhibir cadáveres de niños a masas enardecidas, sino que optó por contribuir con morbosidad de su propia cosecha: "No debía alcanzar el año de vida. Tenía la carita dominada por una macabra palidez, aunque permanecía con los ojos abiertos…"

Terroristas de Hamas instalando cohetes Qasam en las lanzaderas.Pobre Dana Galkovitch, quien, cuando fue asesinada por un Qasam en su kibutz Netiv Haasará (14-7-05), no mereció siquiera que mencionaran su nombre –menos aún la descripción de la palidez de su rostro (hay rostros más pálidos que otros)–. Pobres los centenares de asesinados israelíes, porque en su país se da a los ritos funerarios el solemne tratamiento de sociedad civilizada.

Pobres los párvulos del jardín de infantes del kibutz Saad, porque en Europa no se enteraron de que cuando celebraban Janucá (26-12-05) les dispararon un Qasam. Pobres los europeos a quienes sus medios les ocultan cómo los Qasam castigan rutinariamente a Israel, pero les narran abundantemente cuál es la reacción israelí frente a la agresión, de modo que la víctima siempre parezca el agresor."

Evidentemente son dos mundos. O yo diría que tres: los israelíes, los palestinos y una tercera legión de progres filoterroristas de moral perturbada.

Denebola, en el blog Presente y Pasado.

3 comentarios

Anónimo dijo... @ 15:53

Si no hubiesen invadido un país no tendrían que enviar a los hijos de nadie. Eres un fascista.

Mike dijo... @ 1:32

Ni caso. Está claro que es mas rentable llorar por los terroristas que por los israelíes.

Saludos

Anónimo dijo... @ 2:44

Fascista lo será tu puta madre, hijo de puta.

Saludos, Mike.

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