En el verano de 1966, los Guardias Rojos saquearon todas las ciudades y pueblos, además de algunas aldeas rurales. El “hogar”, junto con los libros y cualquier otra cosa asociada con la cultura, se convirtió en algo peligroso. Temiendo que los Guardias Rojos irrumpieran en sus casas y les torturaran si encontraban algo de “cultura”, los amedrentados ciudadanos quemaron sus libros o los vendieron como papel al peso y destruyeron sus propios objetos de arte. De esta manera, Mao conseguía borrar la cultura de los hogares chinos, además de cumplir con su viejo objetivo de borrar el pasado de China de las mentes de sus súbditos. Un gran número de monumentos históricos, la manifestación más visible de la civilización del país, que hasta ahora habían sobrevivido al odio de Mao, fueron demolidos. En Pekín, de los 6,843 monumentos que seguían en pie en 1958, 4,922 fueron ahora eliminados. Al igual que la lista de personas indultadas, la de los monumentos a conservar era breve.
Ahora China amenaza con denunciar a Pierre Bergé, dueño de la Fundación Yves Saint Laurent, si éste finalmente pone en venta dos antigüedades chinas en la casa de subastas Christie's en París.
En contra de la creencia general, la mayor parte de la destrucción no fue espontánea sino que estuvo patrocinada por el Estado. Antes de que Mao reprendiera a los Guardias Rojos el 23 de agosto por ser “demasiado civilizados”, no se habían producido actos vandálicos contra monumentos históricos.
Fue en la oficina de Mao, el Pequeño Grupo, el que ordenó la profanación del hogar de una figura histórica cuyo nombre era sinónimo de la cultura china: Confucio. Su casa, situada en Shandong, constituía un valioso museo, que atesoraba monumentos y obras de arte encargados y donados por los emperadores y artistas que habían acudido allí a rendirle homenaje. Su destrucción se le había encomendado a los vecinos del lugar, pero dado que su respuesta había sido demasiado lenta, se envió a los Guardias Rojos desde Pekín. Antes de partir, proclamaron al sabio como “enemigo a muerte del Pensamiento de Mao Zedong”. Mao, en efecto, odiaba a Confucio, porque el confucionismo sostenía que un gobernante tenía que cuidar de sus súbditos y, en palabras del propio Mao “Confucio es humanismo … es decir, populocentrismo.”
Jung Chang y Jon Halliday, “Mao, la historia desconocida”.
Enlace relacionado: China denunciará a Pierre Bergé, dueño de la Fundación Yves Saint Laurent, si pone en venta dos piezas de la dinastía Qing | elmundo.es
[8:53
|
0
comentarios
]
0 comentarios
Publicar un comentario